El mundo y yo, dos extraños
que permanecen eternamente ajenos,
sobreviviéndonos,
quemando naves en los altares sagrados
donde fenecen nuestras hazañas,
cediendo terreno a la destrucción de complacencias;
el mundo y yo en común
solo tenemos los días sombríos,
la moneda que lanzamos jugándonos el equilibrio
en ese tira y afloja de la existencia.
El mundo y yo por fin juntos,
de la mano hacia la misma locura
que nos condena.
Me encanta, siempre una dulzura encontrarme con tus contenidos, bellos, certeros.
Gracias Elena, lo mismo digo de tus escritos. Maravillosos también.